sábado, 17 de mayo de 2008

GAIA



La nave aterrizó de un modo suave, como si se tratara de una pluma, sin una sola sacudida, sin un solo efecto gravitatorio. Desembarcaron, uno por uno: primero Bliss, luego Pelorat, y finalmente Trevize.
El clima era comparable con el inicio del verano en la ciudad de Términus. Había una ligera brisa, y lo que parecía un sol matinal brillaba en un cielo moteado. El terreno era verde bajo sus pies y a un lado se veían las apretadas hileras de árboles que indicaban un huerto, mientras que al otro se divisaba la lejana línea de la costa. [...]
- [...] ¿puede llevarnos ante esa persona que usted llama Gaia? -preguntó Trevize.
Bliss pareció divertida.
- No sé si podrá creerlo, Trev. Yo soy Gaia.
Trevize la miró con asombro. A menudo había oído la frase "ordenar los pensamientos" en un sentido metafórico. Por primera vez en su vida se sintió literalmente ocupado en hacerlo. Al fin preguntó:
- ¿Usted?
- Sí. Y el terreno... Y aquellos árboles. Y ese conejo que va por allí. Y el hombre al que ven a través de los árboles. Todo el planeta y todo lo que hay en él es Gaia. Todos somos individuos, organismos separados, pero compartimos una conciencia general. El planeta inanimado es el que menos lo hace, las diversas formas de vida hasta cierto grado, y los seres humanos los que más, pero todos la compartimos.
- Creo, Trevize, que eso significa que Gaia es una especie de conciencia colectiva -dijo Pelorat.
Trevize asintió.
- Ya lo había deducido... En ese caso, Bliss, ¿quién gobierna este mundo?
- Se gobierna a sí mismo. Esos árboles crecen hasta el punto necesario para sustituir a aquellos que han muerto. Los seres humanos recogen las manzanas que se necesitan; otros animales, incluidos los insectos, comen su parte... y sólo su parte. [...] Llueve cuando es necesario y a veces llueve copiosamente cuando es necesario, y a veces hay un largo período de sequía, cuando es necesario. [...] En su propio cuerpo, ¿no saben las distintas células lo que deben hacer? [...]
Pelorat exclamó con entusiasmo:
- ¡Pero esto es fantástico! Está diciendo que el planeta es un superorganismo y que usted es una célula de ese superorganismo.
- Estoy haciendo una analogía, no una identidad. Somos el análogo de las células, pero no idénticas a ellas, ¿lo entienden? [...] Mi conciencia está mucho más desarrollada que la de cualquier célula individual, muchísimo más desarrollada. El hecho de que nosotros, a nuestra vez, formemos parte de una conciencia colectiva aún más amplia en un nivel más elevado no nos reduce al nivel de células. Continúo siendo un ser humano, pero por encima de nosotros hay una conciencia colectiva tan fuera de mi alcance como mi conciencia lo está del de una de las células musculares de mi bíceps.
- Sin duda alguien ordenó que nuestra nave fuese apresada -dijo Trevize.
- ¡No, alguien no! Gaia lo ordenó. Todos nosotros lo ordenamos.

Extracto de "Los límites de la Fundación" de Isaac Asimov.
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